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Hotel de Limón destaca en exclusivo listado de turismo.

La revista estadounidense Travel & Leisure , especializada en viajes y turismo, escogió al hotel limonense Tree House Lodge como uno de los 50 mejores “escapes románticos” del 2010. Sobre este hotel, la revista indicó en su listado anual: “Las parejas con espíritu aventurero pueden vivir sus fantasías al mejor estilo de Tarzán y Jane en Tree House Lodge, un sitio apartado en medio del bosque tropical de la costa del Caribe sur de Costa Rica”.



La revista no explica cuáles fueron los criterios para la elección de estos 50 destinos, pero en su descripción los editores indican que se trata de sitios donde las parejas “pueden escaparse a un hotel apartado, cenar a la luz de las velas u observar el atardecer en la playa”.

Entre los sitios escogidos aparecen Manhattan (Nueva York); Maui, Hawái; Heidelberg, Alemania; Montpellier y París, en Francia, y Roma y Venecia, en Italia.

Reacción. Martín Araya, del Tree House Lodge, declaró ayer que esta distinción es muy importante, especialmente porque se trata de un negocio “pequeño, pero muy responsable con el ambiente”.
Araya comentó que la electricidad para las cuatro casas proviene de paneles solares; además, la propiedad tiene un sistema de tratamiento de aguas residuales, y cada unidad habitacional tiene basureros para el reciclaje de aluminio, plástico y materia orgánica.

El Hotel está ubicado en las cercanías del refugio de vida silvestre Gandoca-Manzanillo, en Punta Uva, Limón.

Cruceros, un gancho para turismo foráneo.

Luego de ser vistos como los enormes edificios de lujo flotantes que pasaban lejos de nuestras costas, los cruceros se han convertido en una floreciente fuente de ingreso de turistas para el país, que ha experimentado un crecimiento en los últimos años. De cerca de cuatro cruceros por año que venían hace dos décadas, ahora nos visitan casi 200 y más del 50 por ciento de sus pasajeros hacen tours y viajes al interior del país, que luego los motivan a regresar por avión. 

El siglo pasado observar un crucero en puerto era todo un acontecimiento y una historia que contar para el afortunado que lo viera atracar. Si acaso, llegaban tres barcos por año.

No se tienen cifras detalladas y recientes del comportamiento general de esta industria, pero, de 74 que visitaron Costa Rica en 1992, se pasó a 173 en 1994.
Desde 1985, cuando se produjo el boom, las olas del mar no han cesado de atraer más visitantes. 

Guerra de puertos

La labor de convencimiento se torna difícil ya que a lo largo del recorrido los turistas se ven tentados a conocer otros puertos en países cuyo atractivo recorre el mundo entero: Puerto Rico, Panamá, Bahamas, Curazao, Jamaica, República Dominicana y Barbados.

No obstante, el promedio de pasajeros que decide tomar una excursión a algún destino nacional es de alrededor de un 57 por ciento, del total de pasajeros de un crucero. La ventaja que esto tiene para Costa Rica, como punto de atracción turística, es que el gasto promedio de estos visitantes oscila entre los $120  diarios.

La mayoría de pasajeros son estadounidenses y canadienses, mayores de 50 años, con un nivel educativo alto y poder adquisitivo superior a los $5.000 mensuales. Es un sector importante que se debe cuida.

Oleaje de efectos
El efecto multiplicador que estos lujosos barcos están produciendo, independientemente de su actividad, es positivo. Muchos de los turistas que vuelven al país fueron motivados o influenciados por un viaje en crucero, durante el cual estuvieron aquí por un día.

Las excursiones que se le ofrece al pasajero son diferentes, dependiendo de su puerto. Si es por Caldera, se les ofrece visitas a San José, Sarchí, recorrido por el Golfo de Nicoya, las reservas biológicas de Carara, Villa Blanco, Valle Escondido, el volcán Poás y el río Corobicí.

Desde el Caribe, las opciones para el visitante son otras: canales de Tortuguero, Cahuita, río Danta, la EARTH, plantaciones de bananos y la ciudad de Limón.

"Lo importante es que estamos compitiendo con puertos como Acapulco, y la gente que viaja por crucero ya sabe de Costa Rica y, en la medida en que decida realizar una excursión, dependiento de su éxito, va a querer regresar", recalcó Mauricio Ventura, presidente de la Cámara Nacional de Turismo.

Beneficio comunal
Otro de los beneficios con el ingreso de turistas por mar es el beneficio generado a comunidades aledañas a los puertos de desembarco.

De acuerdo con datos suministrados por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), se estima que, solo en la actividad de artesanía, son decenas de familias de Limón y Caldera obtienen su sustento como consecuencia de la venta de sus productos a los cruceros.

Además, de acuerdo con un estudio preliminar de Swiss Travel, cuando un crucero atraca se produce una cadena de servicios: se dan empleos directos en puerto, como vigilancia portuaria, aduanas, migración, Cruz Roja, limpieza, ventas de souvenirs, proveedores, sodas, empleados del ICT, choferes de taxis y buses, músicos y bailarines.

Fuera de la infraestructura portuaria, también obtienen ganancia con la presencia de este sector turístico los guías de turismo, choferes de buses, agencias de viajes, personal de restaurantes, ventas de artesanías y vendedores de frutas o golosinas, entre otros

Turismo con el alma del campo.

En la localidad de Biolley, Adolfo Solano y su familia reciben a quienes desean experimentar la vida en una finca tradicional. Con su chonete y su machete en mano, don Adolfo Solano Flores no proyecta precisamente la imagen de un empresario turístico. Pero, él sí que lo es.

Don Adolfo pertenece a un creciente grupo de costarricenses que, en las zonas rurales del país, le están apostando al turismo no solo como una fuente de ingresos, sino como una forma de vida.  Él, su esposa Yalile López y sus dos hijas adolescentes, Lisbeth y Marianela, poseen y manejan el hotel Finca Palo Alto, en la comunidad de Biolley (cantón de Buenos Aires, Puntarenas), zona sur de Costa Rica.

En un albergue y seis cabañas rústicas, la familia Solano López recibe a visitantes nacionales y extranjeros que desean escapar del bullicio de la ciudad. Andar a caballo, ordeñar y arriar ganado, o caminar por la montaña son algunas de las posibilidades que ofrece este sitio, donde aún es posible bañarse en ríos de agua cristalina y olvidarse que existe el teléfono celular (aunque en algunos sitios sí hay cobertura).

COMICS EN ESPAÑOL


Ello, aunado al canto mañanero de las aves, explican el porqué don Adolfo decidió, en 1995, salir de San Isidro de Pérez Zeledón y trasladarse a una finca de 38 hectáreas que había adquirido en Biolley.

"Nos vinimos, como dicen, huyendo del mundanal ruido", recordó. "La idea era trabajar el café y se me ocurrió sembrar en dos partes para probar, pero la situación del café es muy inestable, los precios caen y la vida es dura. Entonces, en mi mente formulé este proyecto", comentó Adolfo.

Campesina pionera. La primera casa que construyó esta emprendedora familia fue La Campesina, donde vivió algún tiempo. Hoy, esta cabaña cuenta con tres habitaciones para los turistas, una sala, dos baños y una hamaca en la entrada.

Luego, don Adolfo decidió construir otra casa que es donde residen en la actualidad. La Campesina quedó para los visitantes: "En eso llegaba alguien por ahí, gente del INA que venía a dar cursos o personas que venían a conocer la zona, y se las alquilábamos "a muy buenos precios", dijo.

Además del trabajo en la finca, don Adolfo se dedicó a atender a quienes llegaban, mientras que doña Yalile les cocinaba, sistema que se mantiene hasta la fecha. 

Desde los primeros años -y tal como lo demuestran los comentarios escritos en el cuaderno de visitantes- su cuchara ha sido uno de los atractivos del lugar.

Aunque cuenta con una cocina de gas nueva (que compraron en diciembre pasado), aún no se anima a usarla. Para preparar pan casero, queque de banano y galletas, prefiere seguir utilizando un hornito pequeño. 

Buscar naturaleza. Fiel a su visión inicial, don Adolfo continuó moldeando el hotel Finca Palo Alto. Añadió las cabañas El Tabanco, Los Jocotes, La Piedra, El Alberguito y La Meñique, así como El Albergue, este último con capacidad para 26 personas. Todas cuentan con electricidad y agua caliente. 

Su más reciente adición al proyecto del hotel consiste en un galerón pavimentado para estacionar los automóviles de los visitantes. Eso sí, él recomienda que los carros sean de doble tracción, porque el camino hacia Biolley desde el cruce de Las Tablas (sobre la calle a San Vito de Coto Brus) no se encuentra pavimentado.

Entre las posibilidades que ofrece el hotel, están las caminatas por la montaña, paseos a ríos y cataratas, cabalgatas, observación de aves, actividades con el ganado y participación en el cultivo del café orgánico.
Al encontrarse en la zona de amortiguamiento del Parque Internacional La Amistad (PILA), también se puede visitar dicha área protegida, la más grande del país y la única de carácter binacional. O bien, los turistas pueden sentarse a tertuliar en las tardes con la familia Solano López alrededor de tazas de café caliente, producido en la finca y recién chorreado por doña Yalile.

Arrecifes de coral brindan a Costa Rica $582 millones al año.

Costa Rica posee 970 kilómetros cuadrados de arrecifes de coral y en beneficios al país, estos generan unos $582 millones al año.

Así lo dieron a conocer el Viceministerio de Aguas y Mares, dependencia del Ministerio de Ambiente (Minae), la organización Conservación Internacional (CI) y la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), las cuales esta mañana presentaron el informe “Los arrecifes de coral en Costa Rica: valor económico, amenazas y compromisos legales internacionales que obligan a protegerlos”.

El turismo de buceo se ve atraído por la barrera coralina en el Parque Nacional Cahuita.



Según Haydée Rodríguez de AIDA, los arrecifes proporcionan áreas de desove, alimento y refugio para especies de interés comercial para las pesquerías. También funcionan como barrera natural ante tormentas derivadas del cambio climático.

Asimismo, sus colores y biodiversidad constituyen un atractivo turístico y facilitan la investigación con fines médicos. Urge controlar la contaminación y el mal manejo turístico en estos ecosistemas y en general, en las primeras tres millas del territorio marino.

Hacer turismo entre indígenas.

Danilo Layal tuvo un sueño: crear un rancho para recibir a turistas y así difundir su cultura, la del pueblo bribri. Hoy, el hotel Ditsowo u ha materializado ese anhelo y, en sus escasos  años de existencia, ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de su pueblo. 





Un sol de justicia golpea la carretera sin asfaltar que une Bribri con Bambú. Entre baches y sudores, Danilo Layal, un indígena habitante de la reserva del Alto Talamanca, explica que ha creado un lugar para el encuentro de culturas y hacia él nos dirigimos. A ambos lados, una exuberante vegetación contrasta con los monótonos cultivos de banano que hay antes de arribar. La madre naturaleza dice que ya estamos en territorio indígena.

“Pertenezco a la etnia bribri y llevo la mezcla de tres sangres en mis venas”, relata el talamanqueño, mientras recrea la historia de su pueblo.

“En 1914 llegaron los norteamericanos a estas tierras de la mano de la United Fruit y trajeron esclavos africanos para el cultivo del banano. Los indígenas abandonaron sus posesiones y se internaron en las montañas. Yo soy producto de este cruce de civilizaciones”, concluye. En 1927, una crecida del río Sixaola, que nos acompaña silencioso en la margen izquierda del camino, inundó las plantaciones de la compañía estadounidense. Gracias a la venganza de las aguas, algunos indígenas retornaron a sus lugares ancestrales. Hoy, Danilo ha creado un rancho abierto al turista desde el 2005, para mostrar al mundo las tradiciones de este pueblo al que hoy pertenecen más de 11.000 personas.



Pasado el pueblo de Bambú y a unos 200 metros en la margen izquierda de la carretera hacia Xiroles, la tupida vegetación se hace a un lado para presentar al rancho Ditsowo u , una construcción de madera que imita las tradicionales casas cónicas de los indios. Por la puerta se escapan las notas de una cumbia y en la entrada, Sonia, la cocinera, y Ana, la encargada de las camas, salen para dar la bienvenida a quienes acaban de llegar.

Tras bajar las valijas, el anfitrión muestra, una a una, las ocho estancias de este entramado construido en bejuco y diferentes maderas autóctonas. “El suelo es de cedro y las mesas son del tronco del laurel”, detalla el orgulloso regente, mientras mira al techo coronado por hojas de suita . “Vamos arriba para que vean todas las habitaciones.

 La casa del maíz

“Están ustedes en la Casa del maíz, que es la traducción de Ditsowo u . Para los indígenas, este grano representa a las diferentes razas del mundo”, relata Danilo. “Aquí han dormido turistas franceses, rusos, australianos… Hay días que vienen grupos de hasta 150 extranjeros para ver el rancho. El objetivo es ofrecer un punto de encuentro y un espacio feliz para todas las etnias”, culmina. 



La construcción multicultural hace referencia también a la huella que los estadounidenses dejaron en el territorio.
“Este poste es de madera de pino, lo rescatamos del río y lo pulimos para que también fuera parte de la casa”, cuenta el dueño, al tiempo que golpea fuertemente la madera.

Esta multiculturalidad no impide que la decoración respete escrupulosamente la cultura indígena. “Cortamos la madera siguiendo el ciclo de la luna –explica–. Si queremos que la construcción dure mucho, debemos talar el árbol en luna nueva”. La disposición piramidal del tejado no escapa al misticismo ya que, según la tradición bribri, las casas cónicas concentran la energía dentro del hogar.

Además de alojamiento en cómodos colchones cubiertos por mosquiteros, el rancho ofrece comidas cocinadas al fogón. “Mi especialidad es el cerdo ahumado”, comenta Sonia, mientras destroza a machetazos el cuello de un pollo que se convertirá en el plato fuerte de un rico casado a la leña. El huésped puede disfrutar del arte de la cocina tradicional indígena no solamente con el paladar sino también con la vista, ya que esta estancia se encuentra abierta al público.

 De ruta por los rincones

Tras admirar la autenticidad del lugar, nos dedicamos a conocer un entorno donde se combinan tradiciones con recursos naturales, siempre de manera sostenible. Desde el hotel se ofrecen tres alternativas diferentes para pasar la mañana.



La primera, y la más demandada por los turistas, es un paseo en canoa por el río Yorquin, hasta una cascada panameña. En media hora, el viajero podrá visitar un ecosistema virgen, con la única compañía de las garzas y algún mamífero como las nutrias.

Otra posibilidad que ofrece el establecimiento es un paseo a una finca orgánica donde el banano, el cacao y el plátano, entre otros, crecen bajo estrictas reglas ecológicas.

“Los indígenas fuimos los primeros conservacionistas de la historia y queremos que nuestras prácticas se difundan globalmente”, expresa Danilo.

El que prefiera adentrarse en el bosque tropical, lo puede realizar de la mano de un guía que, combinando el bribri con el español, explica con qué materiales está construido el rancho. Esta es una buena oportunidad para aprender esta lengua oral que, dados los tiempos que corren, “en 20 años puede desaparecer”, lamenta el guía.

Los interesados no encontrarán en la web la información sobre el rancho. “Yo soy naturista, no me gustan las computadoras”, se justifica Danilo que recomienda al visitante que “pregunte por m í en el Registro Civil de Bribri, donde trabajo, y yo les atenderé con gusto”.

La llave para el desarrollo.

Ditsowo u es mucho más que un lugar agradable para el turista. Este negocio se ha convertido en la llave para el desarrollo de Bambú. “De este rancho vivimos unas 15 familias de forma directa y 20 de modo indirecto Con esto queremos atacar el problema social”, confiesa Danilo, quien ve el turismo como “una alternativa a la difícil situación del indígena, dependiente de una agricultura en crisis”. 

Para ello nació en el año 2000 la Cámara de Turismo, una asociación local formada por 80 talamanqueños y a la que pertenece Danilo. “La cámara nace para crear una industria y un mercado netamente indígena que pueda sobresalir de aquí a Occidente”, explica. Y, para ello, nada mejor que utilizar los recursos naturales y las tradiciones culturales que les rodean, “siempre con ánimo de conservación”.

“Más vale una lapa viva que el plumaje en un penacho. Si matamos a la lapa para quitarle el penacho nadie vendrá a visitar a la lapa”, razona Romel Vargas, otro de los asociados.

“No queremos un turismo industrializado, queremos un turismo apegado a nuestra identidad”, asegura.
Al mismo tiempo, su modelo de desarrollo no es bien visto por toda la comunidad. “Hay unos grupos que luchan por mantener al indígena en el esquema de ‘los pobrecitos’”, denuncia Danilo.

“No creemos en la filosofía paternalista, ni queremos recibir donaciones. Las dádivas nos hacen dependientes”, añade Romel. “Necesitamos las herramientas y el empujón, pero que ese empujón nos venga a satisfacer las necesidades que tenemos ahora y en el futuro”, concluye.

Cuando piensan en sus inicios y en los logros conseguidos, se muestran satisfechos. “Empezamos a organizar actividades familiares para reunir recursos. Ya son incontables los proyectos: turismo, industrialización de productos orgánicos, artesanía… creemos que vamos a salir adelante ”, relatan.

“Nuestros antepasados se fueron pensando en que el sol volviera a brillar otra vez para los indígenas. Está en nuestras manos conseguirlo”, sostiene Romel.

Ecoturismo y turismo médico, otros ‘clusters’.

No fabrican delicados y valiosos productos de alta tecnología, pero sus representantes aseguran que su oferta de productos y servicios son igualmente valiosos. Se trata del turismo médico y el ecoturismo. Massimo Manzi, director ejecutivo del Consejo para la Promoción Internacional de la Medicina de Costa Rica (Promed), indicó que este cluster está integrado por 60 empresas, entre hospitales, clínicas, hoteles, centros de recuperación, universidades, bancos y líneas aéreas.



Cifras aportadas por Manzi calculan que el turismo médico genera alrededor de 5.000 puestos de trabajo directos y divisas anuales por $250 millones.

El ejecutivo destacó que la principal fortaleza de este cluster es la calidad de los servicios y el hecho de que el 100% de los hospitales privados están acreditados internacionalmente.

En cuanto al ecoturismo, el Instituto Costarricense de Turismo incluye en este sector a las caminatas por senderos, la observación de la flora y la fauna, la observación de aves y las visitas a comunidades rurales.
“Esa mezcla de posibles actividades es uno de los factores de competitividad más importantes que tenemos: la posibilidad de realizar muchas actividades distintas siempre en un entorno natural”, indicó la entidad mediante su oficina de prensa.

Un estudio efectuado en el 2009 por la entidad revela que 46 de cada 100 turistas visita el país para realizar actividades relacionadas con el ecoturismo. La mayoría viene por aventura.

Poás apuesta por ‘Ruta de hortensias’.

Empresarios, vecinos y estudiantes de comunidades aledañas al volcán Poás le apuestan a la “Ruta de las hortensias” para potenciar el turismo, en una zona que poco a poco levanta cabeza tras el terremoto del año pasado.

La esperanza comenzó a cristalizar ayer: escolares de ocho centros educativos, miembros de la Cámara de Turismo y Comercio de la Región del Volcán Poás y del Ministerio de Obras Públicas (MOPT) sembraron cerca de 4.000 estacas de estas plantas en diferentes puntos de Varablanca, Poasito y Fraijanes.



Según explicó Isabel Vargas, presidenta de la Cámara, el objetivo es “llenar de flores cerca de 50 kilómetros de carreteras” que comunican Alajuela centro, San Pedro de Poás, Los Cartagos y Varablanca con el coloso.

“No solo se trata de embellecer la zona, sino que queremos atraer más turistas, ojalá más costarricenses. Queremos que no solo visiten el volcán, sino que vean que en toda la ruta hay muchas cosas hermosas que ofrecer”, dijo Vargas.

Las estacas (o ‘hijos’) fueron donadas por nueve empresarios de la zona. El objetivo es que las futuras siembras de hortensias cuenten con el apoyo de más representantes vecinales y empresariales.
Para lo que resta del 2010 están previstas dos más: a finales de este mes y de noviembre. Sin embargo, la iniciativa se extenderá varios años más. 

“Queremos crear identidad, compromiso de cuidar la naturaleza y el ornato de las vías”, declaró Vargas.

Entusiasmo. Katherina Solano, estudiante de tercer grado de la escuela de Varablanca, es una de las vecinas comprometida con la idea. La menor no dudó en llenarse las manos de barro con tal de sembrar estacas y matas de hortensia a un lado de la calle que comunica su pueblo con Cinchona, el pueblo más golpeado por el sismo del 8 de enero del 2009.

“Esto es bonito y también le hacemos bien a la naturaleza”, expresó con cierta timidez.

En Fraijanes, Betzabé Villegas, estudiante de quinto grado de la escuela local, fue de las más entusiastas en las labores de siembra. “En mi casa estaban muy contentos porque el lugar se verá más bonito”, contó.
Eugenia López, directora de la Asociación de Seguridad y Embellecimiento de las Carreteras Nacionales (Asecan), se comprometió a que cuadrillas de esta dependencia del MOPT “garantirán el cuidado” de las matas. 

“Está contemplado hacerlo una vez al mes, porque de nada valdría tanto esfuerzo para dejarlo”, apuntó.